Las bodegas de Corucho las veo en casa de mi Padre desde hace años, siempre en la mesa cuando nos invita a una de sus suculentas y riquísimas comidas.
Aprovechando un sábado libre decidimos acercarnos a Cenicientos, un pueblecito a las afueras de Madrid, para conocer la bodega. Apenas tardamos una hora.
Al entrar, se respira un aire familiar. La llevan dos hermanos Luis y Sergio, animados por su Padre, quien hoy (en su honor) da nombre a la bodega. Sergio nos contaba entre risas que aun se subía en el tractor y les echaba una mano en cuanto podía.
Comenzaron en el garaje de la casa de sus padres, con poco espacio y recursos pero con una ilusión tremenda. Poco a poco fueron creciendo, hasta que tuvieron que plantearse dar un paso más para seguir avanzando. Después de mucho esfuerzo, hoy disponen de varios viñedos y una acogedora bodega.
Pudimos visitar uno de sus viñedos, donde nos explicó las grandes diferencias entre un vino ecológico, como el que hacen ellos, y uno convencional. También cómo se defienden de las enfermedades las cepas y cómo cuidan la tierra.
De regreso a la bodega nos mostró los diferentes procesos para la elaboración del vino. Hasta nos enseñó una cisterna donde se guardaba el vino kosher, el vino judío; tiene una elaboración muy cuidada y estricta, llevada a cabo por un rabino, la única persona que puede manipularlo.
Para poner el broche, una cata de cuatro de sus vinos, acompañados de queso y embutidos riquísimos; se acercaba la hora de comer y el estómago reclamaba atención. Tengo que decir que ni mi compañero de aventuras ni yo, somos muy forofos del vino pero salimos encantados y con ganas de repetir. El trato fue estupendo, como en casa, muchas gracias Sergio.
Hoy salgo de viaje, después de ver como toda mi gente se iba de vacaciones, por fin puedo escaparme unos días. Vuelvo el primer jueves de octubre con novedades, con una invitada que abrirá una nueva sección.
Feliz semana.
Habrá que ir a probar vino en ese rincón del Molar…
En el Molar hay buen vino también, sin duda, pero este rinconcito que enseño está en Cenicientos, un pueblo muy chiquitito por el que perderse algún día 😀
Que chulo, en la próxima me apunto.
Claro que sí. Los chicos de la bodega son encantadores, además te explican con un cariño su trabajo que así da gusto.