Caminar por Rivera de Curtidores, descubrir las historias que guardan los anticuarios.Subir hasta La Latina, visitar Casa Vega para comprar ovillos de cordel; y contemplar el escaparate repleto de chuches de Caramelos Paco.
Seguir calle abajo, fijarme en las puertas, portales, aceras y balcones. La importancia de los pequeños detalles que forman el encanto de esta ciudad.
Parar frente a los expositores, cotillear sus rincones y creer que hemos vuelto a los 90 por un momento. Hay cosas que no cambian, que sabes que seguirán estando ahí pase el tiempo que pase, para que cuando las necesites vayas a buscarlas.
Llegar hasta la Plaza mayor. Ver pintores de miradas, gente bailando, otros que asombran y juntan un corro alrededor de ellos.
Evocar el recuerdo de un día de Navidad en familia, un buen bocata de calamares, pelucas y figuritas para el Belén.
Paso por debajo de uno de sus arcos en dirección a Sol, hasta encontrarme con Pontejos; el paraíso de lo hecho a mano. Me quedo embobada entre tanta lana, agujas de madera y botones que giran sobre un eje que parece no tener fin. Casualmente siempre necesito algo de allí. Los dependientes entienden mis explicaciones inventadas y aciertan lo que pasa por mi mente. Doy el ticket pago en la caja 1, recojo mi paquetero y continuo mi camino.
Frente a mis pies el kilómetro desde donde se miden distancias y comienza a existir la ciudad.Perderme por sus calles, me dejo llevar por la curiosidad y pierdo la noción del tiempo.
Preciosas fotos Andrea, parece que ese paseo le recorro contigo ¡¡ me encanta Madrid !! y todas esas pequeñas cosas que nos hacen sorprendernos…
¡Muchas gracias!Madrid tiene mucho encanto, si miras bien puedes encontrar cosas maravillosas.